Editorial

Por María Inés Maceratesi

Hoy, 5 de octubre de 2018 celebramos una vez más el Día del Camino y como cada año, son múltiples las notas que se realizan al respecto, los profesionales y expertos que se consultan para que cada uno de una opinión del cómo hacer para que mejore nuestro andar por los caminos de nuestro país.

Lamentablemente las expectativas no son buenas, a pesar de tantas campañas y acciones realizadas, con miles o millones de pesos invertidos por el estado en las mismas y con acciones realizadas por entes privados, en la calle y en las rutas se ven cada vez más y más personas que conducen mal y más vehículos que circulan sin controles y algunos que, con sólo mirarlos, vemos que están para retirarlos del parque automotor.

Como no soy Licenciada en Seguridad Vial, no soy experta en cuestiones técnicas, simplemente intento ser una educadora y comunicadora social centrándome en una problemática que me interesa, puedo hacer un balance sociológico del tema vial y ecuadrarlo dentro de un contexto mucho más amplio: el estado de nuestra sociedad hoy.

¿Qué vemos alrededor nuestro?, corrupción, falta de escrúpulos, gente con ansias de cumplir un rol para el cual no se preparó, desidia de las autoridades y sobre todo, el querer sacar una ventaja económica de todo lo que se hace a modo de “coima”, o sea, autoridades que miran para otro lado y conductores que están dispuestos a pagar una regalía con tal de esquivar el pago de una multa. Nadie se hace cargo de lo que somos como sociedad, un conjunto de personas que están dispuestas solamente a salvarse a sí mismas. Salvarse económicamente, puede ser, porque reciben siempre una entrada extra  pero a costa de permitir y ser corresponsables de muchos de los incidentes viales.

Entonces me pregunto si vale la pena seguir trabajando en educación vial o convendría que comenzáramos a pulir las bases de la sociedad comenzando por la familia. Es un hecho hoy que «es conveniente» destruir los vínculos familiares, y no es casual, hay un plan perfectamente organizado desde hace muchísimos años y del que hoy se está viendo el resultado: padres y madres inmaduros que no son capaces de transmitir los valores necesarios para que una sociedad funcione bien, no porque no pueden sino porque no saben, han perdido el rumbo ante tanto cambio y se encuentran en una encrucijada, no hay bien ni mal objetivos, hay simplemente una mirada subjetiva  e individualista sobre la que se resuelven las circunstancias cambiantes;  y la temática vial no escapa a esa tensión entre lo que está bien y lo que está mal.

La prudencia es una virtud que está en decadencia, sin embargo, rige toda nuestra vida, el que es prudente  se cuida y cuida a sus semejantes, el que es prudente puede distinguir entre el bien y el mal y si no lo hace, puede ser por desconocimiento, o por estar mal informado, o por tener algún impedimento psicológico, de lo contrario, no se entiende cómo, a pesar de los esfuerzos de tantas personas para comunicar las normas del tránsito a grandes y chicos, se sigan produciendo tantos accidentes o siniestros o como quieran llamarlos que es lo de menos, lo importante no es la palabra que los describe sino lo que se produce, la muerte, la discapacidad en el mejor de los casos y el gasto que representa para el sistema de salud.

¿Quién gana?, siempre alguien gana con la desgracia ajena, de ahí que si no nos cuidamos nosotros, nadie nos cuidará.

Quise escribir esta visión un poco desalentadora en del Día del Camino porque espero que en un futuro cercano, podamos realmente celebrarlo con buenas noticias, con peatones y conductores respetuosos de sí mismos y de los demás, con motociclistas, con automovilistas y ciclistas que no se crean unos superiores y otros inferiores y que cada cual respete su rol porque el que tiene al lado es otro ser humano con derechos y obligaciones iguales, porque en nuestro país, ha surgido un movimiento igualitario que reclama derechos de todo tipo pero nunca hablan de obligaciones