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Modificación de Comportamientos y Cambios de Hábitos y Actitudes de Conductores y peatones

Es muy frecuente, principalmente en estos momentos, salir a la calle y ser testigo de acciones que ya no se sabe como catalogar, si como infracciones, o conductas delictivas, suicidas, o directamente como falta de atención y un ánimo de violentarse y violentar a nuestros semejantes.

Me preocupa porque nunca vi este nivel de agresión, de personas que responden rápidamente con un insulto o directamente se agreden físicamente. Y lo peor del caso es que todos creemos tener razón, nunca somos los agresores, siempre los agredidos.

Esta semana que pasó, una mujer joven iba cruzando la calle con su bebé en el cochecito pero hablando por su celular en un lugar que conozco bien y, si ya cuesta cruzarlo sin ninguna distracción, imagínense haciéndolo sin poner atención. Es así que un auto la embistió y menos mal que el incidente no pasó a mayores. Pero entiendo que ambos debían estar distraídos, más allá de quien tenía la prioridad de paso.

No se puede advertir a nadie que está cruzando mal porque miran con mala cara, como si uno les estuviera incitando a tirarse debajo de un vehículo o con ese aire de superación como diciendo «¿te crees que soy idiota?». Y si me detengo a explicar, me insultan.

Las disculpas brillan por su ausencia. La Dra Harriet Lerner, Psicóloga y Escritora, en su libro  ¿Why Won’t You Apologize? (¿Por qué no te discupas?), dice que “los humanos estamos programados para estar a la defensiva. Es muy difícil asumir la responsabilidad directa e inequívoca sobre nuestras acciones dañinas. Requiere mucha madurez poner una relación o a otra persona antes que a nuestra necesidad de tener la razón”.
Claro, ofrecer una disculpa es admitir una culpa, lo que sin duda hace a la gente vulnerable.

La Dra. Lerner considera la disculpa como “esencial para la salud, tanto física como emocional. ‘Lo siento’ son las palabras más sanadoras del idioma”, sostiene. “El valor para disculparse bien y correctamente no es solo un regalo para la persona que sufrió el daño, quien puede sentirse aliviada y liberada de recriminaciones, amargura y una furia corrosiva. También es un regalo para la propia salud de quien se disculpa, pues se recupera el respeto por uno mismo, la integridad y la madurez: se trata de la capacidad de ver con toda claridad cómo nuestro propio comportamiento afecta a los otros y asumir la responsabilidad de actuar a costa de otra persona”.

Esta breve y simple descripción, intuyo que también tiene mucho que ver con la seguridad y la educación vial porque deberíamos ser capaces de aceptar cuando cometimos una transgresión y, en lugar de justificarnos y echar las culpas obre otros, admitir el hecho y pedir disculpas. No sucede así habitualmente, son muy pocas las personas que se disculpan y muchas las que desatan una batalla verbal de la que quieren salir airosos a toda costa.

No sería una mala idea que trabajáramos en la modificación de los comportamientos, cambios de hábitos y actitudes, tanto de conductores como de peatones. Así como es necesario conocer cómo funciona el auto o el vehículo que vamos a conducir, así como tenemos que dar examen para que nos entreguen la licencia que nos declara aptos para ello, deberían evaluarnos en actitudes, quizá llevará más tiempo pero mediante juegos de rol o teatralizando situaciones, un experto en psicología social, podría descubrir algunos puntos a corregir en una persona y se estaría haciendo una de las tareas más importantes en todo sentido: la prevención.

Texto: María Inés Maceratesi