cabildo y juramento

«El ruido se soporta acostumbrándose». Con estas palabras, Rosario intenta explicar cómo todos los días convive con el bochinche en una de las esquinas más ruidosas de la ciudad. «Intenta» porque los bocinazos, los colectivos y las ambulancias hacen que sus palabras se vuelvan inaudibles. «Igual, me duelen siempre los oídos y a la noche, cuando llego de trabajar, me siento cansada. Y, como tengo dolor de cabeza cada 2 días, acá tengo mis aspirinas», explica, mientras saca una tableta metálica de uno de los bolsillos de su campera. Rosario tiene 25 años y trabaja en un puesto de flores en Las Heras y Austria, justo frente a la guardia del Hospital Rivadavia y a unos metros de la parada de los colectivos. Sus horas transcurren entre el ruido y alguna película que apenas logra escuchar en su computadora portátil. «Cuando pasan los autos trato de poner el volumen de mis parlantes lo más alto posible porque si no no se puede», revela.

Ciudad ruidosa

Las Heras está considerada una de las arterias más ruidosas de Buenos Aires. Por ella transitan unas 20 líneas de colectivos, la flota de ambulancias del hospital y un tráfico que suele embotellarse a partir de las 17. «Es la hora en que salen todos y se hace insoportable. El volumen es intenso», explica. Pero esta escena no es atípica y se repite en casi todas las zonas comerciales de la ciudad: las esquinas de Rivadavia y Castro Barros; Caseros y Jujuy; Santa Fe y Callao; suelen encabezar el ranking de calles con mayor contaminación sonora. Pero 7 DÍAS salió a la calle y comprobó que hay lugares donde el bochinche puede ser aún más insoportable.

El problema

El tránsito. Salimos a la calle equipados con un sonómetro: un dispositivo de unos 20 centímetros de largo por cinco de ancho que lleva en uno de sus extremos un micrófono envuelto en poliuretano. Éste aparato capta todos los ruidos y los resultados se reflejan como decibeles (dB) en una pequeña pantalla. Para dar una idea del nivel de sonidos que hay en diferentes lugares, podemos comparar un boliche que, con el ruido de la música y de la gente hablando, puede llegar a medir 110 dB, y una obra en construcción puede llegar a los 85. Pero para la Organización Mundial de la Salud, en el exterior de una vivienda, el sonido que supere los 55 dB durante el día debe ser considerado un ruido gravemente molesto y su constante repetición puede causar trastornos en la salud como: interferencia en la percepción del habla, deficiencia auditiva, problemas del sueño, dificultad a la adquisición de la lectura y variaciones en el comportamiento social.

Según Javier Corcuera, presidente de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad «La contaminación acústica se genera a partir del tránsito rodado; del tráfico de trenes y aviones, y por algunas actividades, como la construcción». De ellos, el mayor generador de ruido está marcado por camiones y colectivos. «Por eso es necesario planificar medidas que permitan reducir la circulación vehicular privada; ordenar el flujo discriminando de los vehículos pesados y livianos; modificar los recorridos de los colectivos y establecer estaciones de transferencia en la periferia donde dejar el auto», detalla. En la esquina de Las Heras y Austria, nuestro sonómetro marcó una tendencia que fue de los 79 dB a los 94, dependiendo el flujo del tránsito al cortar el semáforo y del tamaño de los autos que circulaban. Los resultados superaron ampliamente las medidas que exige la OMS.

Las Heras está considerada una de las arterias más ruidosas de Buenos Aires.

Una mala costumbre

En Cabildo y Juramento, Carlos y Pablo trabajan en su puesto de diarios. Son canillitas, tienen más de 60 años y todos los días sufren unas 8 horas de bocinazos y gritos constantes. «Yo estoy acostumbrado porque trabajé 20 años en un taller gráfico. Los graves no los escucho pero no me molestan. A veces viene alguien, me habla, espero a que pase el vendaval y vuelvo a preguntar», cuenta Carlos. Para Pablo la situación es similar: «Yo me crié en este barrio y si no siento ruido es como si estuviera muerto. Es un problema de costumbre. Igual, de audición, escucho lo que me conviene», se ríe.

Cabildo es una de las avenidas con más tránsito de la ciudad. Según datos de la Agencia de Protección Ambiental, en abril de 2010 se sancionó a 120 unidades de líneas de transporte de pasajeros por superar los límites permitidos en humo y ruido, y se les impidió seguir circulando a otras 43. Para la especialista Silvia Cabeza, presidenta de la ONG «Oír Mejor» e impulsora de la ley 1.540 sobre el control de la contaminación acústica, el «acostumbramiento» es una idea errónea. «Uno no va a perder la audición por estar parado 5 minutos en la vereda, pero si todos los días sufrís este nivel de ruido, las células auditivas no se mantendrán sanas, se enfermarán y se irá perdiendo la audición», asegura. Para ella, «si el oído estuvo expuesto a niveles de ruido durante la juventud y no se usó protección, se va a perder calidad auditiva y habrá dificultades para discriminar los sonidos». «Eso ocurre con la gente mayor cuando no entienden las palabras», explica. En esta esquina, el nivel de ruido de nuestro sonómetro varió entre los 66 y los 83 dB. «¡No nos sorprende!», exclaman los canillitas.

En busca del silencio

En Santa Fe y Aráoz, Víctor arranca a las 7. Es quiosquero y trabaja nueve horas a la vera de una avenida de doble mano en la que el tránsito diurno y el ruido casi no varían. «El bochinche comienza a partir de las 9 y cuando la gente viene a comprar no la escucho. A veces, para pasarla mejor, me abstraigo de todo. Cuando salgo, me doy cuenta en todo el lío en el que estuve metido y me voy por las calles paralelas que son más tranquilas. El ruido me aturde», explica. Frente a su local, pasan los colectivos 12, 29, 39, 64, 68, 111 y 152. Y el ruido se hace más fuerte en las horas pico. «Los peores días son los sábados por la movida, la gente que sale a los boliches y las familias en la calle. Hay más ruido y yo muchas veces ando de mal humor y abombado», asegura. La avenida Santa Fe se encuentra en una de las zonas más ruidosas de la ciudad. Atestada de tiendas y con un gran caudal de transportes de carga de pasajeros, el nivel de sonido allí varía entre los 72 y los 88,7 dB. Pero, aunque el ruido es insoportable, esta zona pudo disminuir sus niveles de contaminación sonora al implementar el contracarril, desviar a los colectivos de la zona residencial y centralizarlos en la avenida.

Ayelén Bonino

Fuente: 7 Días