Ya nos encontramos transitando los primeros tramos del año 2014.  Si miramos hacia atrás y vemos lo que tenemos hoy en cuanto a composición de la sociedad, podemos advertir que hemos avanzado y retrocedido en innumerables ocasiones. A partir del año 2000 y precisamente ante la caída de las Torres Gemelas, se ha producido a mi entender, un cambio global de dimensiones que aún no hemos evaluado convenientemente.

El mundo conocido hasta entonces ha cambiado radicalmente y las sociedades se han transformado de manera tal que a menudo me encuentro pensando hacia dónde vamos.

Y en ese devenir nos encontramos inmersos, en una cultura que no nos devuelve la imagen que solíamos tener en el pasado, cuando cada cual sabía y reconocía su lugar de pertenencia, su modo particular de desenvolverse en el mundo y entendía que había llegado a este mundo para contribuir a su mejoramiento.

Ese caos en el que se ha convertido parte del mundo conocido está plagado de inseguridades, pero quizá una de las mayores sea la inseguridad que padecemos cuando salimos a la calle, ya no solamente cuando conducimos un vehículo, sino cuando caminamos.  Se dice que los peatones son los más vulnerables pero, si somos capaces de detenernos a mirar los comportamientos de los mismos, no podemos dejar de reconocer que también son (somos) causa de muchos de los accidentes, siniestros, incidentes – o como quiera denominárselos ya que es lo menos importante-, de tránsisto.

Desde quien atraviesa la calzada hablando por el celular hasta el que lo hace sin mirar para los costados porque supone que un semáforo a favor lo librará de toda amenaza, un sin fin de situaciones nos colocan en riesgo de morir atropellados.

No tenemos responsabilidad social, no somos capaces de entender que somos el problema y mientras no lo entendamos, el problema no podrá tener una solución.

Quienes deben entender que tenemos que realizar un cambio profundo para lograr que se pierdan menos vidas a causa de la inseguridad en el tránsito, son por supuesto que quienes están mejor preparados para hacerlo y entre esos actores se encuentrana través de sus acciones de Responsabilidad Social Empresaria,  las empresas automotrices , Compañías de Seguros, escuelas de conducción y por supuesto los canales de difusión y concientización como los Medios de Comunicación y las redes sociales.

La Educación Vial y la Seguridad Vial son dos de las acciones de RSE que pueden, deben y merecen un urgente consistente e insistente tratamiento, tanto en prevención como en formación de los diversos actores viales y desarrollarse uniéndolas con el cuidado del ambiente y la sostenibilidad.

Se ha hecho bastante pero aún falta mucho más, falta que sean muchas más las empresas que se comprometan con la comunidad en una labor conjunta con el Tercer Sector y los Medios.

María Inés Maceratesi