Nueva cultura vial para la vida
Por María Inés Maceratesi

Los cuadros y cifras de accidentes sólo sirven para informarnos de la cantidad de vidas que se pierden a raíz de los incidentes viales. Algunas cifras, sin embargo, nos acercan a una realidad espantosa. El 85% se debe a fallas humanas y el 10% de este porcentaje, deriva del consumo de alcohol al conducir.

Lo lamentable es que el consumo de alcohol, en lugar de disminuir, aumenta cada día; basta con recorrer algunas zonas de la Ciudad de Buenos Aires donde ya hay corredores en los que proliferan las cervecerías y están repletas de jóvenes cada día de la semana. Ya no se limita el consumo a los fines de semana sino que todos los días hay mucha gente que frecuenta las mismas.

Sería de esperar que tuvieran la precaución de no conducir o seleccionar al conductor designado pero las advertencias no parecen dar mucho resultado. Y lo mismo sucede con el uso del celular.

Un gran porcentaje de los conductores sancionados por alcoholemia hoy, son mayores de cincuenta años, sin embargo, su nivel de alcohol se halla muy por debajo del registrado en los conductores más jóvenes, con edades que oscilan entre los dieciocho y treinta años. El gran problema es que, a mayor cantidad de alcohol en sangre, más probabilidades de sufrir un coma alcohólico con pérdida de conciencia y riesgo de muerte.

Parecería que los que tenemos el deber de informar y concientizar sobre estos temas, fuéramos muy reiterativos pero se ha llegado a la conclusión en diferentes foros a los que asistimos, que lleva mucho tiempo generar un hábito y lograr que la gente tome en cuenta las recomendaciones que continuamente se hacen a través de diferentes canales de comunicación.

El uso del cinturón de seguridad es obligatorio a partir de 1992 pero mucha gente prefiere no usarlo. Por suerte hoy los autos nuevos traen esa alarma que anuncia cuando un pasajero no se ha abrochado el cinturón y por solamente no escuchar esa chicharra, terminan abrochándoselo.

Al consumo de alcohol, el no uso del cinturón de seguridad, al uso del celular mientras se conduce, se suma el exceso de velocidad. Los automotores circulan a velocidades superiores a las máximas legales permitidas desarrollando velocidades de riesgo dada la infraestructura y el movimiento del lugar que transitan.

En definitiva, el factor humano sumado a que la via pública no es considerada un ámbito común, un espacio colectivo de convivencia conforman una cultura de la muerte. Quizá muchos jóvenes y adultos también, fuimos formados en el respeto de las normas de convivencia pero hay algo afuera, que parecría que nos quitara un freno y fuéramos capaces de hacer cualquier cosa olvidándonos de todo lo aprendido.

Debido a la gran difusión de información relativa a la educación vial, nadie puede decir que no conoce una norma y cuál debería ser su actitud en la via pública.

Pero no sería justo echar toda la culpa a los conductores porque también influye el entorno y hoy ese entorno está contaminado, enfermo de violencia y agresividad. Aún así, aún sabiendo ésto, luchemos cada uno desde nuestro lugar para evitar que las calles se transformen en campos de batalla de todos contra todos y pasen a sell el espacio de todos para todos.