Vacas locas y accidentes de tráfico

Por

Milagrosa Torres Lima

Psicóloga-Formadora de Cursos de Sensibilización y Reeducación Vial

Cada vez más parece ser evidente que la “percepción del riesgo” es el elemento clave esencial que puede llegar a explicar la mayoría de los accidentes de tráfico. Este concepto continúa perfilándose como la causa básica fundamental, capaz de identificar el origen de los comportamientos desacertados al volante de ciertos conductores. Es decir, sabemos que el factor humano es la causa principal de la mayoría de los accidentes de tráfico pero, ¿por qué razón ocurre esto? La respuesta está en la percepción del riesgo.

Seguramente recordarán el episodio de alarma social que vivimos en España durante la época de las vacas locas. Cualquiera puede recordar cómo por esta causa dejó de consumirse de forma drástica la carne de vacuno en los hogares, restaurantes, supermercados… Pues bien, ¿saben cuántas víctimas mortales se han producido en España por esta causa? cuatro víctimas mortales en total.

Sin embargo  no es habitual encontrar a personas que tengan un temor especial a conducir o viajar en coche. Existen casos aislados que, precisamente por ser escasos, nos resultan curiosos. Pues, ¿saben cuántas víctimas mortales se produjeron en España en el año 2003 por causa de los accidentes de tráfico? 5399 víctimas mortales en total.

¿No resulta extraño? ¿Por qué una causa de mortalidad como las vacas locas tuvo tanto impacto social y otra causa de mortalidad (accidentes de tráfico) apenas llama la atención de nuestra sociedad? La explicación es la siguiente: nos hemos acostumbrado a los accidentes de tráfico; nos hemos desensibilizado ante este grave problema de salud pública (para la Organización Mundial de la Salud, los accidentes de tráfico son uno de los mayores problemas de salud pública en los países desarrollados). Desde pequeños nos hemos habituado a ver noticias sobre accidentes en la TV, a leer en los periódicos titulares al respecto, a escuchar en la radio incidentes sobre tráfico… etc. Nos resultan tan habituales que nos parecen normales, y hasta tal punto llegan a resultar tan cotidianos, que hemos dejado de percibir el riesgo que implica la conducción de vehículos. Da que pensar ¿no?

El problema es que “dejar de percibir un riesgo, no significa necesariamente que éste haya desaparecido”.

Para profundizar un poco más en el concepto de percepción de riesgo, es interesante conocer la diferencia entre riesgo objetivo y riesgo subjetivo:

  • Riesgo objetivo: riesgo que realmente existe en una determinada situación de tráfico, el cual es generalmente desconocido por los conductores
  • Riesgo subjetivo: riesgo que percibe el conductor en una determinada situación de tráfico

Cuando hablamos de percepción de riesgo nos estamos refiriendo al riesgo subjetivo, el que “percibe” el conductor en ese momento concreto.

Una vez que conocemos la diferencia entre riesgo objetivo y riesgo subjetivo, a poco que reflexionemos,  nos daremos cuenta de que en general en España, la mayoría de los conductores tienen una percepción del riesgo muy por debajo del riesgo real que existe cuando se conduce un vehículo (esto no ocurre en otros países como Reino Unido y Holanda, donde hay una gran conciencia sobre la accidentalidad vial, o Suecia donde la educación vial se toma muy en serio en todos los niveles de enseñanza).

Pero lo curioso es que este riesgo subjetivo propio de cada conductor, no tiene un nivel constante a lo largo de la vida, sino que puede variar con el paso del tiempo en función de la experiencia al volante y de la historia personal del individuo. Incluso en determinadas circunstancias, la percepción del riesgo puede cambiar bruscamente en un período de tiempo muy corto, a veces en un mismo día. Podría ocurrir por ejemplo, que un conductor sufra o provoque un accidente de tráfico con resultado de contusiones leves y daños materiales y momentos después,  tenga que volver a ponerse al volante para llegar a su lugar de trabajo. ¿Cómo conducirá esa persona tras el accidente?

Seguramente este conductor cuando salió de casa en su vehículo, conduciría con una actitud confiada y relajada cuando de pronto, de forma inesperada, se vio involucrado en un accidente. Después del sobresalto y el disgusto vendrá la preocupación de comprobar los daños causados, tanto físicos como materiales, señalizar el incidente, rellenar correctamente el parte de accidente… etc. Una vez solucionados todos estos trámites engorrosos, aún con el malestar en el cuerpo, vuelve a sentarse frente al volante del vehículo para acudir a su lugar de trabajo. Pero seguramente esta vez, mientras conduce, su actitud no será confiada y relajada, más bien irá con mucho cuidado de no correr ningún riesgo, porque no quiere volver a pasar por la misma situación de nuevo.

Lo que ha cambiado en este conductor antes y después del accidente  ha sido precisamente su percepción del riesgo. Ahora es capaz de percibir riesgos que antes ni siquiera consideraba y, como consecuencia de ello, ha cambiado también su comportamiento al volante. Ésta es la clave de la importancia de una correcta percepción del riesgo: su tremenda influencia en el comportamiento del conductor.

Otras situaciones o circunstancias que habitualmente suelen aumentar la percepción del riesgo y modificar el comportamiento del conductor son:

  • Presenciar un trágico accidente de tráfico y sus consecuencias
  • Tener hijos (muchos conductores manifiestan que su forma de conducir cambió por completo en el momento en que tuvieron descendencia)
  • Experimentar el caso de un familiar o persona cercana al conductor que ha sufrido un grave accidente de tráfico
  • Perder a un ser querido a causa de un accidente…

Para terminar de convencernos de la importancia del riesgo subjetivo podemos analizar el caso contrario. Es frecuente que ocurra en algunos jóvenes conductores que, debido a la falta de experiencia al volante, no suelen percibir los riesgos reales que entraña la conducción de vehículos y por tanto, tienden a manifestar una conducta temeraria y cierta predisposición a exhibir maniobras imprudentes, sin considerar los posibles peligros de estas puedan ocasionar. Es decir, “literalmente” no consideran los riesgos porque ni siquiera son capaces de percibirlos por la falta de experiencia. Lo triste de estos casos es que muchos de estos jóvenes no tienen la oportunidad de adquirir dicha experiencia, porque terminan perdiendo la vida en la carretera.

De todo ésto podemos sacar una conclusión bastante interesante: mientras más ajustado sea el riesgo subjetivo del conductor al riesgo objetivo o real que existe durante la conducción, más adecuada será su conducta al volante. Los/as conductores/as tienen que ser conscientes de que mientras se conduce estamos corriendo riesgos, y que un comportamiento incorrecto en estas circunstancias, puede poner en serio peligro su propia vida y las de otras personas.

Por eso es muy importante conducir con una actitud responsable y no ir “como las vacas”.