veredas rotas

 

Hace tiempo que vengo observando y ocupándome del tránsito, de los conductores, de todo cuanto tenga que ver con la circulación por calles y rutas y, cuando de peatones se trata, no me interesaba más que recomendar la mejor manera de evitar ser atropellados por quienes conducen  un vehículo de cualquier especie.

Hoy mi mirada es diferente, se dirige a la infraestructura de la Ciudad de Buenos Aires y de la poca adaptación que tiene para las personas con alguna discapacidad. No pensemos únicamente en quienes tienen que trasladarse en una silla de ruedas, quizá son los menos pero sí fijémonos en quienes tienen alguna dolencia insignificante pero que lleva tiempo de recuperación porque las veredas, calles, escaleras, subidas a un transporte público, bajar de un auto o subir intentando tomarse el tiempo necesario para no sentir dolor, se convierten en una odisea.

Cuando se tiene que lidiar con alguna dolencia, es cuando valoramos nuestra posibilidad de desplazarnos de manera autónoma pero también es el momento en el que descubrimos todo aquéllo que nos impide o limita nuestro desplazamiento y jamás habíamos reparado. Un simple yeso en una pierna durante un tiempo es absolutamente limitante.  Circular con muletas es espantoso y ahí notamos que los edificios no cuentan con rampas, que hay lugares muy bonitos pero que para acceder a los mismos hay escalinatas que, aunque cuenten con pocos escalones, se convierten en inaccesibles para quien no puede movilizarse plenamente.

Y ahora viene la pregunta del millón…¿por qué no hay un diseño de ciudad que nos incluya a todos? Inclusive los semáforos, no dan el tiempo suficiente para cruzar a quien sufre una merma de la movilidad en sus miembros inferiores.

Es una aventura cruzar calles, esquivar veredas rotas, lidiar con los ciclistas, automovilistas, motociclistas. ¿Puede ser que no nos veamos?, miramos y no vemos más allá de la punta de nuestra nariz. En este momento no sé si estoy tan preocupada por si los motociclistas usan casco, o si los autos tienen todos los elementos de seguridad, creo que ya hay muchas cosas hechas y muchas soluciones en curso. Estoy preocupada por los peatones, especialmente por quienes están en inferioridad de condiciones físicas para caminar, correr o sortear obstáculos callejeros.

Solamente cuando uno tiene un problema es cuando toma conciencia de algunas cuestiones, antes no lo advierte o si lo advierte se hace el distraído porque en definitiva uno está bien y a lo sumo, ayudará a cruzar a un ciego pero muy difícilmente tendrá la intención de hacer algo por mejorar el ambiente callejero. Las calles de Buenos Aires están colapsadas, las veredas son intransitables y las personas somos cada vez más longevas. ¿Será el momento de comenzar a pensar en rediseñar la ciudad para hacerla vivible para todas las personas, o tendremos que recluirnos en nuestras casas esperando estar al cien por ciento para salir a la calle?

María Inés Maceratesi